viernes, 31 de diciembre de 2010

Cinco pa' las doce

Faltan cinco para las doce – Dice Tunche

Que gracioso, como la canción - Contesta Macha.

¿Que canción?

No me digas que no la conoces…

Dos presos reflexionan sobre la inminente llegada del nuevo año apoyados en los barrotes de su celda. Ambos tienen la mirada fija en la nada. Uno de ellos luce más animado que el otro. En todo el pabellón hay un silencio total, ni un sólo murmullo. Faltan cinco minutos para las doce.

¿Cómo es posible que no la conozcas? – Macha voltea y mira a su compañero.

¿El que? – Tunche parece concentrado en otra cosa.

Que no conozcas esa canción. Si la ponen en todas las fiestas de fin de año, es una fija. ¿Acaso nunca fuiste a una fiesta?

Pues ahora mismo no la recuerdo.

“Las campanas de la iglesia están sonando, anunciando que el año viejo se va….

¿Te vas a poner a cantar ahorita?

Hey, no seas aguafiestas. Sólo estaba ayudándote a recordarla.

Gracias por la ayuda. Ya la recordé…

¿Sabías que el autor es un venezolano llamado Néstor Zavarce? Bueno después de él muchos la han cantado, aunque mi versión favorita es la de Gabino Pampini. ”Faltan cinco pa’ las doce, el año va a terminar, Faltan cinco pa’ las doce…

Macha se entusiasma y ensaya unos pasitos sobre su sitio. Tunche le lanza una mirada furibunda a su compañero de celda. Macha deja de cantar y se queda inmóvil. Unos segundos de sosiego. Tunche rompe el mutismo.

Ya es hora. ¡Feliz Año Nuevo!

Se acerca a Macha y le da un abrazo. Este se queda quieto, como petrificado. Una explosión retumba en el lugar. Le siguen gritos, insultos y disparos. El sonido de una estampida humana que se acerca. El nuevo año ha llegado. Empieza el motín.

martes, 31 de agosto de 2010

Caída Libre

Hay otro sueño que contar. Estoy caminando por una calle cualquiera, es un día normal, así lo parece; me cruzo con personas que caminan apresuradas, dirigen la mirada hacia el horizonte, nada los distrae. En cambio yo siento que algo no anda bien, esta sensación me viene a menudo en sueños; que algo está a punto de suceder. ¿Cómo lo sé? No lo sé, lo presiento. Me detengo frente a un gran edificio, las piernas me pesan y ya no puedo avanzar; miro hacia arriba, los rayos del sol me ciegan, hago una visera con mi mano. Veo a un hombre parado al borde del techo. Éste abre los brazos y se deja caer, me quedo clavado en el lugar, no atino a moverme aun sabiendo que aquel cuerpo puede impactar directamente contra mí. El tiempo se dilata, puedo presenciar claramente la caída de aquel cuerpo anónimo, el momento del impacto se prolonga de forma aterradora. Una corriente de aire toca mi nuca, el cuerpo se estrella contra el techo de un auto estacionado a pocos metros de donde estoy detenido, las lunas de las puertas estallan, pequeños cristales caen esparcidos a mis pies. Sigo anclado al piso sin poder moverme, dirijo la mirada hacia el rostro del cuerpo que acaba de aterrizar. El momento de terror. ¡Es mi rostro! Soy yo el que acaba de saltar de ese inmenso edificio, es mi cuerpo el que acaba de aparecer de forma brutal. Contemplo mi cara ensangrentada, hay una mueca de miedo, un gesto de horror. ¿Qué he visto allá arriba? ¿Por qué me he lanzado desde lo alto de ese puto edificio? ¿Me he lanzado yo? ¿Cuál es el origen de esa mueca de miedo? ¡Mierda! Me despierto...

sábado, 31 de julio de 2010

Cabeza de Avestruz

Los chicos de Agárrate Catalina están de vuelta, estrenando nuevo espectáculo y nueva casa. El castigo como instrumento aleccionador, ¿Dónde está el límite? ¿Se asumen las consecuencias? Pasajes de nuestra infancia, momentos alojados en algún espacio de nuestra memoria, son revisados y expuestos ante nuestros ojos en un impecable montaje de circo y movimiento que estará en cartelera en una breve temporada. Cabeza de Avestruz fue uno de los ganadores de la primera Convocatoria de Ayudas a la producción y exhibición en Danza, abierta por el Centro Cultural de España.

Sinopsis:
Niños protagonistas de un mundo de ilusión y juego. Padres perdidos en un laberinto sin respuestas, imponen castigos socialmente aceptados. Los niños dejan el juego, convirtiéndose en extras de sus propios mundos. Padres que no encuentran a sus hijos, hijos que no encuentran respuestas.

Casa Agárrate Catalina! - Jr. 28 de Julio #277, Barranco. (espalda de la biblioteca de Barranco)
Funciones de Viernes a Lunes
Del 30 de Julio al 14 de Agosto
Hora: 8pm
Entrada adultos: 30 soles
Entrada estudiantes y jubilados: 20 soles
Informes y reservas: 247 5860

ELENCO
Luis Miguel Belleza
Inés Coronado
Cori Cruz
Margot Lozano
Augusto Montero
Carlos Olivera
Carola Robles
Miquel de la Rocha
Mónica Silva

DIRECCIÓN
Lucía Meléndez Prieto
Miquel de la Rocha C.
PRODUCCIÓN GENERAL
Diego Gargurevich
SONIDO
Julio García
EDICIÓN MUSICAL
Alan Malcom
ESCENOGRAFÍA
Carlos Abril
DISEÑO GRÁFICO
Angelica Albarracin
FOTO
Renée Lozano


miércoles, 30 de junio de 2010

Escenas Familiares/ Capítulo 1. Desayuno

Un padre de familia está sentado a la mesa con su pequeño hijo. Ambos toman desayuno frente a frente. El padre tiene puesto el terno gris que lucirá durante el día en la oficina, la camisa es blanca y la corbata azul con cuadritos. El hijo tiene seis años. El padre observa con impaciencia a su hijo a la vez que bebe rápidamente su café. -Termina rápido el cereal que vamos a llegar tarde – Le dice a su primogénito. El niño se toma su tiempo y disfruta el sabor de las hojuelas con sabor a chocolate y canela combinadas con leche; para él no hay prisa. De pronto, levanta la vista y fija su atención en un punto por encima de su progenitor. Éste se lo queda mirando. -¿Qué te pasa?, ¿Tengo algo en la cara?- dice el padre.

- Papi, detrás tuyo hay un señor parado. Creo que es un fantasma.

El padre sonríe y le da un último sorbo a su café. - ¿Ah sí? ¿Y cómo es él? -

- Es como de tu tamaño, lleva un terno como el tuyo y tiene una mirada ausente. -

- ¿Una mirada ausente? Ya. Pues salúdalo de mi parte - Agrega el padre en tono burlón.

El pequeño levanta el brazo y mueve su mano ligeramente. – Creo que no quiere hablar conmigo, si no contigo -. El hijo vuelve su mirada hacia los ojos del padre, tiene un gesto sereno, demasiado sereno. El rostro del padre cambia de expresión, la sonrisa se ha esfumado dando paso a una sutil mueca de miedo. El sosiego de los ojos de su vástago contrasta con la turbación que él empieza a sentir en ese momento. – Papi, ¿no vas a voltear? ¿No me digas que tienes miedo? – El padre no sabe que contestar. Un ligero frió recorre su espalda al mismo tiempo que una gota de sudor baja por su mejilla. El hijo ahora sonríe.

lunes, 31 de mayo de 2010

Pálpito

Jairo se mira en el espejo. Se mira fijamente el ojo derecho. Desde hace un tiempo siente un débil latido en ese ojo, en el párpado para ser más exactos. Ahora observa con detenimiento esa zona por si el latido aparece. ¡Ahí está! Jairo observa con una mezcla de asombro y curiosidad como su párpado se manifiesta. Se aproxima al espejo para apreciar mejor el fenómeno que le está ocurriendo. A ver, ¿qué está pasando contigo?, Jairo acerca uno de sus dedos al tembloroso párpado para cerciorarse si éste realmente palpita. Se toca aquella zona. ¡Es cierto, está sucediendo!; su párpado derecho está palpitando. Jairo intenta examinar su ojo ayudándose con los dedos, en ese preciso momento el ojo izquierdo es testigo de como el globo ocular derecho sale de su órbita y cae en el lavabo. ¡Mierda! ¿Qué pasó? Jairo vuelve la mirada al espejo y descubre con horror un agujero negro en su rostro. Aterrorizado coge el globo ocular y se lo coloca en la cuenca. El globo vuelve a caerse. Jairo intenta en vano recomponer su ojo izquierdo, pero éste se desprende una y otra vez. La desesperación empieza a subir por la piel de Jairo. Se pellizca en el brazo. – Debo estar soñando, eso debe ser - piensa en voz alta y cierra los ojos, perdón, el ojo. Uno, dos, tres, cuatro, cinco; respiración agitada. El ojo izquierdo se abre. ¡Oh no! Malas noticias. No es un sueño. La cuenca sigue vacía. Jairo observa el globo ocular derecho en la palma de su mano. No sabe que hacer. Unos segundos de perplejidad. Ahora un sudor frío recorre su espalda. Su ojo izquierdo empieza a palpitar.


viernes, 30 de abril de 2010

El dilema de Orestes

Orestes está preocupado. De un tiempo a ésta parte siente un irrefrenable deseo de matar. Nadie tiene derecho a quitarle la vida a un ser humano, sólo Dios puede hacerlo, la voz del padre Montes le viene lejana. El mismo Padre Montes, director del colegio donde Orestes estudió, que hace unos años acabó con su vida colgándose del campanario de la iglesia, abrumado por las acusaciones de pedofilia. Orestes piensa que se está volviendo loco, que las puertas de la demencia se acercan a él o él a ellas que para el caso da lo mismo. Este abyecto deseo le asalta en diferentes lugares, a cualquier hora del día; ahora mismo que va sentado en la combi y observa el cuello del pasajero que va sentado delante de él. Otras veces cuando un inoportuno y locuaz vendedor interrumpe su lectura del periódico, o cuando el inofensivo cobrador hace sonar las monedas cerca de su cara diciendo: Pasajes, pasajes. Hay que tener mucha serenidad para soportar todo esto.

Pero, ¿Cuándo se originó ésta insana apetencia?, se pregunta. Definitivamente, a la primera persona que quiso matar fue a su padre cuando éste le lanzaba zapatos que pasaban volando sobre su pequeña cabeza. Orestes era un niño y su padre no tenía paciencia. Vamos, seamos sinceros, ¿Quién no ha deseado alguna vez matar a su padre?, aunque sea un poquito. Este es un deseo nato, que también se fecunda con nosotros en el vientre de nuestra madre. Orestes hurga en su historia más reciente; su jefe. Ahora lo recuerda, este vil pensamiento volvió cuando su jefe, en un acto totalmente indigno, le mando a lavar su carro. ¿Su auto?, dijo mientras sostenía unos papeles llenos de números, pero si estoy ocupado con éste presupuesto. El jefe sonrió y dejo caer las llaves sobre el escritorio de su empleado. Aquella no había sido la única gracia del considerado jefe. En otra oportunidad le pidió que le acompañara a hacer las compras al supermercado, Orestes terminó con los brazos entumecidos de tanta bolsa que cargó. A él lo quiero matar, pero tiene que ser una muerte sobresaliente, óptima, única. El jefe no merece menos. Antes tengo que entrenarme un poco, decide a la vez que no quita la mirada del cuello pasajero que tiene delante. ¿Por dónde empezar? Me gustaría posar mis manos sobre ese alargado y pulcro cuello, y luego estrujarlo con todas mis fuerzas, sentir como poco a poco el aíre deja de ingresar y la vida se va extinguiendo. Orestes siente que alguien le está mirando. Un viejo está parado al lado suyo. ¿Qué esperas para empezar?, le escucha decir al viejo. Orestes se sorprende, ¿será posible que lo hayan descubierto tan pronto?, ¿Cómo dijo?, le pregunta al viejo. El anciano responde con suavidad, ¿Me puede ceder el asiento por favor? Orestes y el anciano se miran sin decir una palabra más. Unos segundos pasan imperceptibles. Orestes le cede el asiento al anciano. Se queda mirándolo. ¿Por dónde empezar?

miércoles, 31 de marzo de 2010

Caída Libre

Hay otro sueño que contar. Estoy caminando por una calle cualquiera, es un día normal, así lo parece; me cruzo con personas que caminan apresuradas, dirigen la mirada hacia el horizonte, nada los distrae. En cambio yo siento que algo no anda bien, esta sensación me viene a menudo en sueños, que algo está a punto de suceder. ¿Cómo lo sé? No lo sé, lo presiento. Me detengo frente a un gran edificio, miro hacia arriba, los rayos del sol me ciegan, hago una visera con mi mano. Veo a un hombre parado al borde del techo. Éste abre los brazos y se deja caer, me quedo clavado en el lugar, no atino a moverme aun sabiendo que aquel cuerpo puede impactar directamente contra mí. El tiempo se dilata, puedo presenciar claramente la caída de aquel cuerpo anónimo, el momento del impacto se prolonga de forma aterradora. Una corriente de aíre toca mi nuca, el cuerpo se estrella contra el techo de un auto estacionado a pocos metros de donde estoy detenido, las lunas de las puertas estallan, los pequeños cristales caen exparcidos a mis pies. Sigo anclado al piso sin poder moverme, dirijo la mirada hacia el rostro del cuerpo que acaba de aterrizar. El momento de terror. ¡Es mi rostro! Soy yo el que acaba de saltar de ese inmenso edificio, es mi cuerpo el que acaba de aparecer de forma brutal. Contemplo mi cara ensangrentada, hay una mueca de miedo, un gesto de horror. ¿Qué he visto allá arriba? ¿Por qué me he lanzado desde ese puto edificio? ¿Cuál es el origen de esa mueca de miedo? ¡Mierda! Me despierto.

sábado, 27 de febrero de 2010

Irrelevante

F y D se juntan para tomar un café y charlar, hace tiempo que no se ven y tienen muchas cosas que contarse. F y D son muy buenos amigos. F y D antes fueron novios. D lleva media hora esperando con un mokaccino en la mesa, pero no se impacienta, ya está acostumbrado (a esperar a F), por eso se trajo un libro; La conjura de los necios. Hay que ser un poco necio para esperar tantas veces a la misma chica, piensa D a la vez que se pregunta si Ignatius tomaría un café con él; y va más lejos en su cavilación, ¿Ignatius llegaría tarde a la cita? Las preguntas quedan en el aire, al fin llega F. Está muy bonita y arreglada como siempre, ella deja su cartera sobre la mesa y le da un sonoro beso a D en la mejilla. F obvia la disculpa por su retraso, como es usual, y de inmediato llama al camarero; D la observa y sonríe. F pide un Capuccino Royal. F inicia la charla contándole a D lo bien que se lo pasa en la playa, le pone al tanto de todos los arreglos que le ha hecho a su casa de playa, casa que por cierto D nunca ha visitado, pero eso no importa. Llega el Capuccino Royal. F prosigue la plática contándole a D que ha adquirido unos nuevos accesorios para su moderna laptop. ¡Los últimos que han salido al mercado!, exclama. D escucha atentamente mientras toma un sorbo de su mokaccino. F le cuenta emocionada que se ha hecho un súper regalo de navidad. F, que no ha parado de hablar desde que llego, ahora hace un repentino mutis. D espera intrigado. ¿No adivinas?, le pregunta a D; éste niega con la cabeza. F le cuenta que se ha comprado, en Estados Unidos por supuesto, la última cámara fotográfica que se ha puesto en venta. ¡La más paja!, asegura ella. D también hace fotografía, pero no podría pagarse una cámara así. F parece excitada mientras describe cada una de sus recientes adquisiciones. Una hora se pasa volando. F se queda mirando a D con ternura. ¿Y tú que te cuentas?, dice finalmente a la vez que posa su mano sobre la de D. Él quisiera contarle que está angustiado, que no consigue trabajo y tiene muchas deudas que ya le están tocando la puerta, que el pánico le está acechando y no le deja dormir; pero en ese momento todo esto le parece absolutamente irrelevante. D toma el último sorbo de su café, sonríe y dice: Todo está muy bien. Dicho esto, contempla a F y repentinamente siente una profunda tristeza. Le asaltan las ganas de llorar, se contiene y pregunta: ¿Cómo está tu Capuccino?

viernes, 22 de enero de 2010

Sleepless

No puedo dormir. Cierro los ojos, me pongo un antifaz, me acomodo en diferentes posiciones; no puedo desconectar. Todos los avisos de trabajo publicados en el periódico están marcados. Al fin lo logro, unos minutos de descanso... Sueño con trapecistas envueltos en llamas, trapecistas arrepentidos de sus pecados, trapecistas que se siguen columpiando a sabiendas de que morirán carbonizados. Me despierto, ¿o sigo soñando? Me veo a mí mismo, estoy en la cola para una entrevista de trabajo, todos los avisos publicados en el periódico están marcados, de la nada irrumpe una manada de caballos desbocados botando espuma por la boca, caballos de histeria; los veo venir galopando frenéticamente, se abalanzan sobre todos los que esperamos por el empleo. Me quito el antifaz, ya amaneció. No conseguí dormir.