sábado, 27 de febrero de 2010

Irrelevante

F y D se juntan para tomar un café y charlar, hace tiempo que no se ven y tienen muchas cosas que contarse. F y D son muy buenos amigos. F y D antes fueron novios. D lleva media hora esperando con un mokaccino en la mesa, pero no se impacienta, ya está acostumbrado (a esperar a F), por eso se trajo un libro; La conjura de los necios. Hay que ser un poco necio para esperar tantas veces a la misma chica, piensa D a la vez que se pregunta si Ignatius tomaría un café con él; y va más lejos en su cavilación, ¿Ignatius llegaría tarde a la cita? Las preguntas quedan en el aire, al fin llega F. Está muy bonita y arreglada como siempre, ella deja su cartera sobre la mesa y le da un sonoro beso a D en la mejilla. F obvia la disculpa por su retraso, como es usual, y de inmediato llama al camarero; D la observa y sonríe. F pide un Capuccino Royal. F inicia la charla contándole a D lo bien que se lo pasa en la playa, le pone al tanto de todos los arreglos que le ha hecho a su casa de playa, casa que por cierto D nunca ha visitado, pero eso no importa. Llega el Capuccino Royal. F prosigue la plática contándole a D que ha adquirido unos nuevos accesorios para su moderna laptop. ¡Los últimos que han salido al mercado!, exclama. D escucha atentamente mientras toma un sorbo de su mokaccino. F le cuenta emocionada que se ha hecho un súper regalo de navidad. F, que no ha parado de hablar desde que llego, ahora hace un repentino mutis. D espera intrigado. ¿No adivinas?, le pregunta a D; éste niega con la cabeza. F le cuenta que se ha comprado, en Estados Unidos por supuesto, la última cámara fotográfica que se ha puesto en venta. ¡La más paja!, asegura ella. D también hace fotografía, pero no podría pagarse una cámara así. F parece excitada mientras describe cada una de sus recientes adquisiciones. Una hora se pasa volando. F se queda mirando a D con ternura. ¿Y tú que te cuentas?, dice finalmente a la vez que posa su mano sobre la de D. Él quisiera contarle que está angustiado, que no consigue trabajo y tiene muchas deudas que ya le están tocando la puerta, que el pánico le está acechando y no le deja dormir; pero en ese momento todo esto le parece absolutamente irrelevante. D toma el último sorbo de su café, sonríe y dice: Todo está muy bien. Dicho esto, contempla a F y repentinamente siente una profunda tristeza. Le asaltan las ganas de llorar, se contiene y pregunta: ¿Cómo está tu Capuccino?