sábado, 31 de diciembre de 2011

A salvo


Otra vez estoy caminando por el pasillo donde me encontré con mi padre. Es el mismo pasillo, pero esta vez no hay música. No recuerdo bien en que habitación ocurrió el encuentro. Sigo buscando, recordando. Un olor a canela se respira en el ambiente, me encanta el aroma de la canela. Noto que el piso está húmedo, seguro lo acaban de trapear con algún limpiador aromatizante, aunque esta fragancia es artificial igual se siente bien. Escucho murmullos, voces que vienen de una de las habitaciones. Me acerco al lugar de donde provienen. El cuarto está cerrado, pero pegando un poco mi oreja a la puerta puedo escuchar lo que dicen. Son varias voces, no puedo determinar con exactitud cuantas personas hay en la habitación, sobretodo teniendo en cuenta que no necesariamente todas están hablando. Discuten un plan, por las palabras que usan puedo deducir que hay determinación. Es una cuestión que tiene que hacerse si o si. Aguzo el oído. Una de las voces dice que ha llegado el momento, que lo que tiene que hacerse se tiene que hacer ya. Otra agrega que no hay más tiempo que perder. Alguien se suma diciendo que es lo mejor para todos. ¡Hay que matarlo!, puedo escuchar casi al unísono. ¡Hay que matar a Julio! Un suspiro. No tengo miedo, acaso curiosidad. Las voces se callan. Parece que se han percatado que alguien escucha tras la puerta. Me retiro lentamente de ella. Alguien me toca el hombro, un sobresalto. Es mi padre. Las personas que están dentro de esa habitación quieren asesinarme, le digo. El me mira, sonríe y me da una palmada en la mejilla. No te preocupes hijo, nada malo va  a pasar. Los que están dentro de ese cuarto son tus amigos. Estas a salvo.

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